(bolero)
Esta eterna costumbre de amarte que me llena
La sangre con los duros vestigios del dolor,
Que arremete mi vida como una bestia ciega
Para encontrar la grieta que da a mi corazón.
Esta eterna costumbre que no teme al olvido,
Que niega cada instante de mi tranquilidad
Y hace que yo te sienta como un juego perdido
Que me acerca a las garras de la ancha soledad.
Ella me hace que tiemble de oscuridad si tardas
Y que brille de soles si vuelves a mi pecho,
Ella hará que mi suerte se haga culpa y castigo
El día en que mi mano no te encuentre en el lecho.
Esta eterna costumbre que me anuda al infierno
Que me ata a lo imposible de una vida de insidias,
Se hundirá en los sargazos de tu ciega inclemencia
El día en que me venza tu arrogante perfidia.
Esta eterna costumbre es un combate diario,
Que me ha dado los celos y asimismo el sabor
De las cosas hermosas, perdidas y olvidadas
Y, por cierto, mil signos de tristeza mayor.