(Bolero)
Ya te lo dije el día en que abriendo las cadenas
y liberando otoños se me escapó tu hastío:
si hundes los ojos negros en medio de tus penas
encontrarás un duro dolor, que es también mío.
Nada podrá librarte de mi ciudad cerrada,
ni hará cal y cenizas de lo que fue una lumbre:
cada vez que tus alas se cierren fatigadas
volverás a mi mundo, cediendo a la costumbre.
El tiempo que tú yazgas
con otra gente puedes
considerarlo siempre
como horas no vividas.
La soledad te acosa,
la noche se te arrima,
tienes la luz muriendo
y el corazón en ruinas.
Vientos huracanados doblaron tu alma esquiva
el día en que tu viaje se extravió por mis selvas:
he alumbrado mi puerta con una luz muy viva
para que dulcemente la apagues cuando vuelvas.