Canta mi provinciana
como el jilguero jamás cantó
y al pie de tu ventana
por tus cantares me muero yo.
Ruiseñor campero
dueña de mi vida
ciérrame la herida
que tu voz me abrió,
y no rías provinciana
que hoy te canto mi pasión.
Llora mi provinciana
por aquel hombre que te burló.
Y al pie de tu ventana
ya no se escucha más tu canción.
Siento hoy la herida
del desdén que mata
y tu voz de plata
nunca más se oyó.
Hoy comprendes, provinciana,
lo que habré sufrido yo.
Así le cantaba sus hondos dolores
el mozo serrano que amaba su voz,
pero ella soñaba con otros amores
y los juramentos de labios traidores
robaron la calma de su corazón.