cuántas veces por vos,
he llegado a mentir
en el nombre de Dios.
¿No me viste callar,
con un gesto feroz,
por temor a gritar?
No te quedes un minuto más,
que mi vida ya no tiene paz.
Pero al verte partir,
con horror te abracé
por temor a morir.
¡Cuánta angustia! ¡Cuánta pena!
Todo duele, todo quema...
Y quema más y más y duele más
la nieve de tu carne de azucena.
¡Cuánta angustia! ¡Cuánto espanto!
Es vivir, queriendo tanto.
Cuando la vida, nos deja entre los brazos
un mísero retazo,
de compasión.
En mis horas sin Dios,
las rodillas doblé,
y recé por los dos.
Fui pequeño, lo sé,
como un alma sin luz
que no sueña ni ve.
¡He jugado corazón! Perdí,
y la vida se negó total.
Hoy que debo pagar
ni me pongo a correr,
ni me inclino a rezar.