Se acabaron los otarios
que en otros tiempos había,
los muchachos de hoy en día
no son giles, al contrario.
Se acabaron los otarios,
que los salgan a buscar
con linterna y con candiles
que, aunque tengan quince abriles,
no los podrán encontrar.
Con que al campo a cachar giles,
con sus gracias juveniles
que aquí no van a cachar.
¡Qué hacés, qué hacés, Ninón,
no te hagas la ilusión
de un buen apartamento,
alhajas y un Renault!
¡Cuidado al metejón
que hoy todo ya cambió,
detrás de cada otario
se esconde un gigoló!
Y vos también, Germén,
sacáte ese beguén,
no tengas pretensiones
de voiturette y Citroën.
He visto más de cien
que andaban en gran tren
y hoy día no le fían
tan sólo un votacén.
Ya no quedan más otarios,
de aquellos con linda estampa,
hoy son otarios con trampa
y ranunes temerarios.
Ya no quedan más otarios
y, al que finja un metejón,
les aconsejo cuidado,
porque está tan disfrazado
que uno dice y con razón:
¡La cara que Dios le ha dado!...
Este es un caso clavado
que es manguera y tiburón.