Cuando la bronca me baja por las manos
una vez y tantas veces
y, una baba procaz se cuaja en mis orgullos...
me estalla la idiotez y me destruyo
desde más abajo de las huellas
se me borraron, antes de nacer mis días.
Miro pasar el aire, ¡desesperado y quieto!
¡quisiera que estuviera en mis pulmones!,
pero me ahogo y quiebro
el último "por qué", la última "noción"
de una derrota
que transitó la gloria de algún sueño,
de algún deseo ingenuo, ¡muy adentro!
tan adentro... que parecía ¡miedo!
igual que el miedo a perderlo todo,
cuando no hay nada más, que nada en juego.
Cuando la bronca, dije ¡y digo "bronca"!
en el más alto anuncio del castigo
que se quedó conmigo,
audaz, autoritario, fastidioso,
justamente ¡conmigo!, que tuve fe,
esa porfiada fe... de dar cobijo
en el más amplio espacio de los siglos
¡justamente conmigo!... ¡Siento bronca!
Soy un trabajador: soy el destino
del hambre de mis hijos.
Ya no doy más perdón, porque no tengo,
ni sudor, ni paciencia..., ni hago ritos...
Si bajaran los santos, me dirían...
que ya no hay domingos
porque ya no hay lunes y en los sitios
donde nacen los callos ¡hay despidos!
Miro pasar el aire ¡desesperado y quieto!
¿Dónde tengo el amor?
¿Dónde estará mis sombra?
¿Cuál es este lugar donde muere esta hora?
¿Dónde estará aquel credo
del que me habló mi madre?
Cada portón que miro,
me aplasta esta cara de portón que conseguí...
Golpeando cada portón que vi.
¿Qué pecado mortal cometieron mis "antes",
que ha llegado hasta mi
esta factura impaga.
Me someto a gastar la razón de mis dudas...
y arrebato mi sangre...
sobre esta llaga infame
que me desglosa el hueso
y me infecta y me traga.
Esa porfiada fe... ¡No valió nada!