Nada como la luz que se colaba
a revelarme tu cuerpo desnudo,
tenía entonces la Pensión Triana
un corazón pintado en la ventana
y un horrible diván como salido
de algún fondo de la beneficencia,
tenía entonces la Pensión Triana
un aire de desgana
y un morbo que robaba la inocencia.
Yo sufría un sofoco en el balcón
mientras alguien se daba un atracón
en ese cuerpo que era tan mío.
Y un picor de franela y de pasión
me subía por el pantalón,
y, en la espalda, un sudor frío.
Pero tuvo que ser un jueves santo
cuando se presentó la brigadilla
en medio de la juerga de un torero,
cayendo en cueros toda la cuadrilla.
Llegó Resurrección y no hubo toros,
lo trajo el ABC a toda plana
y la pensión del pasaje del moro,
la gran Pensión Triana,
llegó a alcanzar la cumbre de la fama.
Siempre imaginé tu habitación
como aquella que pintó Van Gogh:
una camita y nosotros dentro.
Y un picor de franela y de pasión
corre y corre por mi corazón
cada vez que te recuerdo.
Mi padre se metió en comprar un piso
y la misma noche de la mudanza
andaba yo desnudo por tu cuarto,
borracho y decidido
a tomarme por fin una revancha.
Se acabó sufrir desde el balcón,
tú me regalaste un atracón
hasta que yo caí rendido.
Y un picor de franela y de pasión
te guarda este viejo corazón,
pa que veas que no te olvido.
Yo sufría un sofoco en el balcón
mientras alguien se daba un atracón
en ese cuerpo que era tan mío.
Siempre imaginé tu habitación
como aquella que pintó Van Gogh,
y en la cama tú conmigo.