¡Qué dulce encanto tiene
en mi recuerdo, Merceditas,
aromada florecita,
amor mío de una vez!
La conocí en el campo,
allí muy lejos, una tarde,
donde crecen los trigales,
provincia de Santa Fe.
Así nació nuestro querer,
con ilusión, con mucha fe.
Pero no sé por qué la flor
se marchitó y muriendo fue.
Y amándola con loco amor,
así llegué a comprender,
lo que es sufrir, lo que es querer;
porque le dí mi corazón.