La terrible elección que tomamos,
cuando nada es eterno;
sostener las costuras que nos unen la piel a los dos
ten,
pues cada pieza en mí,
esta empapada de tí.
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...
Ven, anudate en mí.
Derrama tu saliva en mis grietas
es la savia que me hace vivir.
Enmarañados en un cuerpo,
tu voz es mi respiración,
y cada aliento en mí,
siempre procede de tí.
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...
Tallada en algún rincón,
de nuestro exhausto corazón,
hay una herida que duerme,
hay una herida latente en nuestro interior.
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...
Siempre fuimos dos,
pedazos de un mismo dolor...