Puedo pasarme horas sin hablar
y poner en punto muerto el corazón.
Mi corazón, él no sabe de piedad,
él no sabe de humildad,
no se conforma con latir.
Cada noche es como el fin de un carnaval,
el cielo siempre se guarda lo mejor.
Sabe contar que me ha visto en la ciudad
dando vueltas sin parar,
pidiendo a gritos por un dios.
¿Dónde están el amor y las ganas?
¿Dónde están los besos que me diste?
¿Dónde la eternidad que prometías?
¿Dónde esa eternidad?
El silencio siempre ignora mi dolor,
es un pozo hondo que invita a caer.
La casa está tan quietita para mí,
tan perdida para vos
que nunca más volviste a entrar.
Bajo la persiana y bailo un, dos, tres
(un, dos, tres, un, dos, tres)
es un vals liviano que me calmará.
Ser sólo piel, ser la hostia en el altar
y una garza al caminar.
Ser el espejo de los días.
Ser del sol y de todas las rutas,
ser del viento y de una sola pieza
y no matarse más en un recuerdo,
no postergarse así mas no olvidar.