Soy yo el que no me perdono,
soy yo el que está desfondado,
sin norte, roto, destruido,
desnutrido, despistado.
A mí nadie me ha hecho asco,
ni nadie me ha despreciado.
A mí, mi Padre jamás
me ha dejado de su lado.
El hambre me abre un resquicio
en la oscuridad que tengo,
añoro los desperdicios
que se comían los cerdos.
Esto es una voz de inicio
que me ayuda en esta carga.
Esto es un giro en mi vida
con mi Padre, y con mi casa.
Me pondré en pie y arrancaré,
no contra nadie, sino a por mí.
Me marcharé y me escaparé,
no de este mundo, sino de aquí.
Retornaré y buscaré
nuevas respuestas para seguir.
Elegiré, pues libre soy,
otros caminos para vivir.
Cambio al amor, pido perdón,
pero, qué pasa, me interrumpió...
Mi Padre ya me estaba esperando
con su cordero y con su mantón.
Con su sonrisa, con sus caricias,
con su semblante de salvación.
Mi Padre nunca me ha rechazado,
ni aunque sufría me amenazó.
Mi Padre siempre ha estado esperando,
cerca en silencio, en mi corazón.