Perfumados como matas de verbena
en su frente sus rulitos de azafrán
parecían, al bullir en su melena,
las burbujas de una copa de champán...
Fue, sin duda, una ironía del Destino
la que aquellas sortijitas le doró
porque sólo una quimera de oro y vino
fue la dicha mentirosa que vivió.
...Y confiando demasiado en su tesoro,
entre amores que morían con el día,
como quien regala lindas pepas de oro
el recuerdo de sus rulos repartía...
Pero vino, con la hora de la tarde,
el cansancio y el olvido y la tristeza
y sin nombre, sin amor y sin belleza,
en la gloria de su apodo se durmió.
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