Campana de la alegría
por la plazuela del Gato
-¡Dios me ampare!-,
yo te vi salir;
y temblaron las paredes
cuando pregunté "¿te vienes?"
Tu silencio me dijo que sí.
Ante tanta primavera,
qué cristiano no se entrega,
y me hice devoto de tu piel.
Y de tu piel un rosario,
trampantojo de los labios,
fuimos de los besos a la miel.
¡Ay, ay, Aurora!,
no terminaba de amanecer:
cuéntame el secreto que hay en tu cama.
¡Ay, ay, Aurora!,
el tiempo nunca pasó por ti:
yo sigo ardiendo en la misma llama.
Fueron de lunes a jueves
un derroche de claveles,
una sobredosis de pasión.
Un infierno de relojes
acechaba las ventanas:
sólo quiero oír tu corazón.
Y hasta el Carmen de los Fuentes
me trepé el último día
a robar magnolias y azahar.
Suspirabas por el puente:
cómo duele de repente
todo lo que tiene que acabar.
¡Ay, ay, Aurora!,
dime que más se puede pedir,
si la vida ya me la regalabas.
¡Ay, ay, Aurora!
el tiempo nunca pasó por ti:
yo sigo ardiendo en la misma llama.
Campana de la tristeza
por la plazuela del Gato
-¡Dios me ampare!-,
fue la soledad
aquel viernes de ceniza
que lloraste una sonrisa
y llovió toda una eternidad.