Madre, ¿por qué hablas sola
mientras limpias el soberao?
Por los años que has cumplio,
por esas cosas que pasan
entre guardao y escondío.
Tengo los botos en casa
de aquel tu primer camino.
De aquel mi primer camino,
un veinticuatro calzaba,
fíjate qué peregrino.
Me imagino que hacen gracia
mis pisadas entre ecualiptos y pinos.
Latió mi corazoncillo
al son de los tamboriles.
Una salve fue la nana
al son de los tamboriles.
Entre sueños yo jugaba
con el niño de la Virgen.
Dime por qué los frontiles
tienen su nombre bordao.
Qué gorrilla tan pequeña.
Quién cortó esa media manta.
Quién cruzó del niño el Quema.
Quién iba a verla descalza
teniendo alpargatas nuevas.
Teniendo alpargatas nuevas.
Al paso de aquella gente
fui dibujando la senda,
y sentí que caminabas en mi vientre
de jara y de luna llena.
Latió mi corazoncillo
al son de los tamboriles.
Una salve fue la nana
al son de los tamboriles.
Entre sueños yo jugaba
con el niño de la Virgen.
Madre, vende la carreta
que yo te llevo conmigo.
Aunque no vaya al Rocío,
ella no es agua pasada
aunque me vaya contigo.
Esa carreta en mi casa
no estorba ni coge sitio.
No estorba ni coge sitio.
Los bueyes que la llevaban
rumiaban bajo los pinos,
y recuedo que a su sombra
tú jugabas en las paras del camino.
Latió mi corazoncillo
al son de los tamboriles.
Una salve fue la nana
al son de los tamboriles.
Entre sueños yo jugaba
con el niño de la Virgen.
Madre yo quiero ayudarte
a limpiar el soberao.
Y subiendo la escalera
vi el reflejo de una llama,
le pregunté lo que era,
era el quinqué que alumbraba
tu carita rociera.
Tu carita rociera.
Cuántos recuerdos guardaba
aquel cajón de madera:
la gorrilla, el quinqué,
aquella manta, los botos y la carreta.
Latió mi corazoncillo
al son de los tamboriles.
Una salve fue la nana
al son de los tamboriles.
Entre sueños yo jugaba
con el niño de la Virgen.