Una mañana nos regalaron
un conejo de indias,
llegó a casa enjaulado.
Al mediodía
le abrí la puerta de la jaula.
Volví a casa al anochecer
y lo encontré
tal como lo había dejado,
jaula adentro,
pegado a los barrotes,
temblando del susto
de la libertad.
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