En un bazar feliz yo trabajaba
nunca sentí deseos de bailar,
hasta que un joven que me enamoraba
llevóme un día con él para tanguear.
Fue mi obsesión el tango de aquel día
en que mi alma con ansia se rindió,
pues al bailar sentí en mi corazón
que una dulce ilusión nació.
Era tan suave la armonía
de aquella extraña melodía
que lleno de gozo sentía
mi corazón soñar.
Igual que en pos de una esperanza,
que al lograrla todo se alcanza,
giraba loca en esa danza
que me enseñaba a amar.
La culpa fue de aquel maldito tango
que mi galán enseñóme a bailar
y que después, hundiéndome en el fango,
me dio a entender que me iba a abandonar.
Mi corazón, de pena dolorido,
consuelo y calma buscó en el cabaret,
mas al bailar sentí en el corazón
que aquella mi ilusión, se fue.
Oyendo aquella melodía
mi alma de pena moría
y lleno de dolor sentía
mi corazón sangrar...
Como esa música domina
con su cadencia que fascina,
fui entonces a la cocaína
mi consuelo a buscar.
Hoy que ya soy espectro del pasado
pido al ajenjo la fuerza de olvidar
mas a mi pobre pecho destrozado
nada hay que pueda su angustia sofocar.
Del cabaret soy una triste mueca,
ya nadie el tango conmigo más bailó
y aquel amor pasó como visión.
Y aquella mi ilusión murió.
Maldito tango que envenena
con su dulzura cuando suena,
maldito tango que me llena
de tan acerba hiel.
El fue la causa de mi ruina,
maldito tango que fascina...
¡Oh tango que mata y domina!
¡Maldito sea el tango aquel!