Yo esperaba en la terraza
que saliera de su casa
para empezar a morir
y resucitar airado
al ver al afortunado
que podía estar allí.
Me dije: crece
que esa muchacha a ti no te merece
que tú eres un poeta de salir.
Pero yo la perseguía
me iba a la confitería
donde empieza su desliz
para comprobar Carlitos
que le gustan los flaquitos
de apariencia de lombriz.
Qué boba eres
si sólo te acuestas con alfileres,
no sabrás lo que guardo para ti.
Corazones inasibles e insensibles
que no entienden mis mensajes,
mis correos combustibles
e infalibles.
Que me pierdo ante tus ojos
que en tu barrio hay un despojo
que a veces te guiña el ojo
en los matojos.
Me pillaste sin camisa
y aunque aguantaste la risa
allí mismo me morí
y no por ser enterrado
cerca de tu árbol sagrado
me tuve que ir del país.
Y aquí me tienes
recibiendo corriente por la sienes
en este manicomio de París.
Me pillaste sin camisa
y aunque aguantaste la risa
allí mismo me morí
y no por ser enterrado
cerca de tu árbol sagrado
me tuve que ir del país.
Y aquí me tienes
haciendo murumacas en los trenes
sufriendo tu desidia por Haití.