Verías si volvieras
Varados en el polvo
Tus pies sobre el camino.
Y huellas de los pájaros
Y estelas en las charcas
Que parten de mi puerta
Sangrando su delirio
Al modo de los gritos.
Por el canto del gallo
Yo miré tu partida
Labrada con los signos
De dos pies solitarios
Perdiéndose tan lejos
Que apenas ya descifro
Tus andares de olvido.
La nieve del invierno
No pudo con tus huellas
Vaciadas en los campos.
Ni pueden los aromos
Mentir sobre tu pelo,
Ni puede el puelche fiero
Tergiversar tus voces
Derramadas volando.
La casa es pues la jaula
De ventanas abiertas
Al canto de los gallos,
Y en el jardín la ortiga
Guardó la última gota
De sangre de tus manos
Temblando como el llanto.
Tu rastro en el camino
Se lleva cada día
Lo que quedaba vivo.
Se lleva, por ejemplo,
Tus besos en el alba,
Se lleva la guitarra
Quebrándole el sonido.
Y deja el sacrificio
De defender tu cara
De asedios y de olvidos.
Y así es que la memoria
Enciende cada noche
La luz de tu pabilo
Y te sorprende el canto
De los gallos conmigo.