Fue en una tarde que allá en el Chaco,
india de mi alma te conocí
y tu frente virgen ceñía
la vincha de ñandutí.
Sobre tu espalda las trenzas sueltas
que perfumaban el alelí,
y tus labios tan dulces eran
como miel de camoatí.
Desde esa vez, lleno de amor,
mi corazón de indio te di,
pero, a pesar de mi pasión,
nunca tu amor fue para mí.
Tu corazón te hizo seguir
al hombre aquel que te mintió
otra pasión sin comprender
de que este lujo no es para vos.
Ahora, en vez de vestir tu talle,
el vestido de percal,
te envuelven cintas que te pican
como víboras yararás.
Lindos zapatos, todos bordados,
con mostacilla, calzan sus pies
y, en vez de una modesta vincha,
ciñes costosos "aigrets".
Mi corazón de indio te llora
porque ya nunca podrás volver,
a nuestra selva tan florida,
porque sos del cabaret.