¡Creí morir
por la traición!
¡Debí matar
o perdonar!
Entre matarla o perdonarla me alejé;
después la lloré sin consuelo.
Así, viví,
muriéndome.
Sin comprender
por qué viví.
Y en el milagro de otra voz encontré
la fe de mi salvación.
Fue mi resurrección tu voz
y el milagro fue de Dios.
En el milagro encontré tu amor.
Y en tu querer mi salvación.
Y tú... santa, como Dios te das,
sin pedirme nada más
que la limosna de creer en ti.
Y yo me arranco el corazón
para dártelo...
Igual que Dios.
¡Bendito Dios!
Por este amor
para los dos.
Entre mis sombras, levantaste, con tu luz
La fe de un amor verdadero.
Quedé sin voz
para rezar.
Sin fuerza ya
para llorar.
Pero el milagro fue de Dios y llegó
tu voz y mi salvación.