He cometido la brutal torpeza...
de decir cuanto supe que decía,
y no me pregunté si se podía marchar
del corazón a la cabeza,
del corazón con marcha de tristeza,
de la cabeza cierzo en rebeldía,
he profanado el limbo de la incada razón escualida,
pertinaz y sucia,
encaramado en la mordaz argucia tan desde mi,
que llegué a tu nada,
que me esperaba ansiosa y recatada,
embalasada en pálidas minucias.
Te dije cierto y claro, mi jornada,
mi deslinde del cómodo silencio,
sólo el humo quedó como en incienzo
y el olor de silente carcajada,
y allá va mi ilusión desencajada,
mortal, deshilvanada y sin concenso,
allá va mi idiotés como el rebaño
pestilente de grasa y ofrecido
en repugnante mansedumbre erguido,
como se llerguen sin razón los años,
numeral recostado sobre un paño,
para ensayar un recuerdo en el olvido.
Te dije, te dije porque quise que supieras...
que soy lo que seré, pero muy lejos,
donde se pierden todos los reflejos,
y más allá si tu quisieras,
pero seré por mi, aunque no quiera...
y no olvides jamás que soy tu espejo.