Cuando sus ojos de fuego
miraron al mundo,
aprendían a mirar
y abrió su vuelo de alondra
contra la furia del mar
y la tempestad le partió
con su sombra
las alas a la mitad.
Niña, muchacha, guerrera
la guerra y la paz
llorarás,
cierra las puertas del cielo
y tu llanto no es más
que uno más.
Pero en tu vientre una flor
lleva semillas de amor
y en cada noche de frío,
y en cada mañana
tras las rejas del penal
imaginaba su niño,
niño del pan de su pan...
Y en la oscuridad
susurraba canciones
que hablaban de libertad.
Le dibujaba palomas
y rayos de sol
a su sol,
para que fuera en invierno
su abrigo mejor
el amor.
Pero el invierno llegó
la noche se lo llevó,
la primavera era otoño
y el día la noche
y la noche era un puñal
los centinelas, los años
que no la oían llorar
dentro del cuartel
susurrando canciones
que conversaban con él
con él, con él.
Cuando llegaron los días
de la libertad,
con las alas en la cruz
fue dando vueltas la tierra
hasta encontrar una luz,
luz para encontrar que
era un hombre su niño
niño del pan de su pan.
Lo vio de lejos
parado en un mundo
que no eligió
y se cruzaron miradas,
los ojos sin voz
de los dos.