Mi madre esconde en su armario
un antifaz hilvanao y una capa de merino.
- ¿Dios mío, será pa mí?
¿me dejará ya mi padre?
Él se viste desde chico
y me cuenta que los chavales de antes
hacían caminos de cera,
y aguantaban como los hombres
al lao de su Macarena.
¿Dios mío, será pa mí?
Quisiera cruzá esta noche
recontando las estrellas,
por ese Guadalquivir
y salpicarme de cera,
y quemarle el cirio entero
por toa Sevilla entera.
Al anochecer lo llama:
- Vístete despacio, como tú soñabas,
que ya eres mayor.
Deja que tu mare te planche la capa
radiante como el sol.
Y la luna alumbraba en el puente
y aquel penitente el río cruzó.
La madrugaíta lo llama.
Y se alejó pa Sevilla
con medio sueño cumplío.
Macarena, ¿dónde estás?
Venga, hermano, dame un cirio,
que la tengo que alumbrá.
Entra y siéntate en mi alcoba.
En mi cabecera, mira qué Esperanza,
hablemos los dos.
Yo nací en Sevilla,
tu madre en Triana.
Las cosas del amor.
Cada año volvía la historia:
dejaba mi novia al anochecer.
El macarenito me llaman.
Y se salió de la fila
con medio cirio encendío:
Mare, ya no puedo más.
¿Cómo llego yo a mi casa
con el cirio sin quemá?
Mare no me des sandalias.
Encendió su cirio
sin hablar con nadie
salió de San Gil.
Padre nuestro al Cristo
y a la Virgen salve,
Sevilla está feliz.
Caminaba por la calle Feria,
Alameda, Campana,
Sierpes, Catedral.
Por la calle Cuna pasaba.
Y se salió de la fila
con medio cirio encendío,
Mare, ya no puedo más.
Menos mal que por Triana
llevo la cara tapá.
Al amanecer le hablaba.
Levanta la cara,
tú no me conoces,
quizás por la voz.
Fíjate en el hilo
que llevas en la capa
pa conocerte yo.
Aún recuerdo a aquel chavalillo
que siendo un chiquillo
tan poco aguantó.
Anda vuélvete pa casa.
Y se volvió a la fila
con medio cirio encendío.
Mare, tengo que seguir.
Y quemándose las manos
yo lo he visto por San Gil.